LO QUE SIGNIFICA DON BOSCO PARA LOS JÓVENES.
San Juan Bosco amó entrañablemente a los jóvenes; por ello, se
esforzó día a día por dales no solo lo
necesario para su formación integral sino también lo mejor de sí para
orientarlos por el buen camino y la
santidad. No es raro imaginarnos al entonces sacerdote en los siguientes
escenarios: madrugando a hacer sus oraciones
para dejar en las manos de Dios los deseos, sueños y necesidades de sus chicos; corriendo de allá para acá por los patios, con un balón en sus manos; sentado largas
horas dentro del confesionario,
dedicándole todo el tiempo del mundo al joven solitario y angustiado que quería
purificar su alma…
Pues bien, ese fue Don
Bosco, un verdadero apóstol de la juventud que, como sabemos, dedico su vida
entera a la salvación de las almas y a las suyas propias. No es difícil por lo
tanto encontrar el por qué de los sueños
de Don Bosco aunque muchos de ellos
parecen extraños y fastidiosos, ya que todos están cargados de un cariño de padre y amigo que vela por proteger a sus muchachos.
Hoy disfrutamos unas de las visiones de
Don Bosco, en la que se refleja
claramente que el amor mueve montañas
y hasta es capaz de hacernos leer el alma de la persona querida, para
mostrarle el mejor camino a seguir.
MUCHO MAS QUE
HARINA Y AGUA
El mismo santo de los
jóvenes nos relata el curioso sueño que tuvo una noche del año 1857: “En cierta
ocasión vi a todos mis alumnos, distribuidos
en cuatro grupos distintos. Los jóvenes que formaban el primer colectivo
comían un pan finísimo y sabroso; los
del segundo, uno ordinario, los del
tercer grupo, uno de salvado y los del
cuarto, un pan mohoso y llenos de gusanos.
Luego de unos momentos me fui dicho que los que formaban el primer
equipo eran los que permanecían siempre con el alma en gracia de Dios y sin pecado. El del pan ordinario correspondía
a los que eran buenos pero que a
veces cometían falta. Los del tercer
conjunto eran los que frecuentemente
cometían pecados pero se
arrepentían y trataban de convertirse. Y
los últimos, los que vivían en paz con
sus faltas sin hacer nada serio para
corregirlas”.
Don Bosco, al narrarles a
sus muchachos esta representación, les dijo con toda seguridad que recordaba
perfectamente en cuál de los grupos estaba cada uno; por ello, los invito a que, en los días
venideros, quien deseara se acercara a
su habitación para que él les digiera el
que estado se encontrara su alma. Los
jóvenes fueron pasando al cuarto de nuestro santo en las siguientes jornadas y cada uno le hablo, con detalles, acerca del estado que tenía su conciencia,
por lo cual sus pupilos exclamaban admirados: “Parece que tuviera unos lentes
de ver espíritus. Le decía a uno lo que tenía en el alma”.
Es admirable descubrir los
dones de Don Bosco recibió del Señor
para ayudar a los jóvenes que se
mantuvieran en amistad con Dios y a los que no perdieran la gracia, y entre dichas dádivas estaba la de leer el interior de las personas y, aunque parezca un poco
extraño, también su conciencia. No por ello vamos a pensar al amigo de los
muchachos como un todopoderoso, ni mucho menos, sino que lo debemos ver como
aquella persona enviado por el creado para hablarles a los corazones con la
idea de impulsar a recorrer el buen
camino. Por tal razón, sería interesante
que cada uno nos preguntáramos en cual grupo del sueño de Don Bosco nos
ubicamos y que tipo de pan le estamos dando a nuestra alma.
Los lentes que San Juan Bosco parecía usar era de una
finísima intuición y por ello sabia reconocer a distancia lo que les convenía a los chicos
y también lo que les alejaba del
amor de Dios. Eran a si mismo unos anteojos recubiertos de sencillez y confianza, los que permitía acercarse a
cada joven siempre con la verdad y con el ánimo de hacer lo mejor.
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